Con todo
esto, cabe pensar que una obra de arte tiene su significado total cuando se
contempla desde la perspectiva de la experiencia, sin desligar su manifestación
plástica de la intencionalidad artística, del sentido estético que ha inspirado
al artista llegando así a la teoría estética.
Todo esto
sucede porque la experiencia y la sensibilidad van unidas.
El arte
está presente en cada proceso de la vida, nace de las experiencias que el
hombre adquiere de sus actuaciones, de las circunstancias que lo rodean. Dichas
experiencias pueden ser satisfactorias si las recordamos positivamente y reales
si perduran en el tiempo y están ligadas con los sentimientos, pues éstos están
presentes en todos los acontecimientos de la vida del hombre y, por tanto, la
sensibilidad (parte fundamental de los sentimientos) está presente en todas las
actuaciones humanas y lo impulsan a crear arte como manifestación de
experiencias emocionales pasadas.
El arte está latente en todos los procesos de la vida del hombre, éste lo utiliza
para dar mayor esplendor y grandeza a su vida y que de este modo quede para la
posteridad.
Esto no debería ser así, el arte debería estar al alcance de todos, el
arte debería estar presente en la vida de todas las personas.
Por
último, también es importante decir que cuando contemplamos una obra de arte,
debemos profundizar en ella, no podemos fijarnos solamente en el exterior de
dicha obra, sino que debemos profundizar, no podemos separar el significado que
el autor le ha concedido a la obra del significado que nosotros mismos le
otorgamos.
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